Septiembre 2018
Blog HCS-Manguinhos
El último número de HCS-Manguinhos (vol.25 Ago. 2018) presenta el dossier “Eugenesia en la Europa mediterránea y en Latinoamérica” que explora distintos aspectos de la eugenesia practicada más allá del mundo anglosajón.
En entrevista al blog de HCS-Manguinhos, Marisa Miranda y Gustavo Vallejo, investigadores del Conicet y editores invitados de este número temático, analizan las diferencias entre las denominadas eugenesia anglosajona y eugenesia latina y la importancia del tema para los historiadores de la medicina.
Según Vallejo, “lo que ha sido considerado como eugenesia latina remite a una entidad cultural conformada por países que comparten su ascendencia latina y un rol importante ocupado en sus sociedades por la Iglesia Católica”.
¿Ustedes han desarrollado el concepto de una “Eugenesia Latina” (o como dicen en el último número de HCSM una Eugenesia en la Europa mediterránea y en Latinoamérica`) ¿Como surgió este concepto?
Gustavo: Durante una parte importante del siglo XX la eugenesia ha sido un saber que, como muy pocos, se expandió trascendiendo fronteras disciplinarias y estatales, con la misma velocidad. La rápida universalización de la teoría de Galton, obliga a pensar en lo que contenía el corpus de una ciencia decimonónica aggiornada en el cambio de siglo, pero también en las demandas que parecía venir a atender y que explican el inmediato suceso alcanzado.
En ese sentido, podemos pensar en una oferta universal, por su difusión y por la amplitud de temas involucrados (la eugenesia representada como un árbol con las múltiples raíces que abarcan una innumerable cantidad de conocimientos en el cartel del Congreso internacional de 1921 es bien elocuente de ello), y en demandas locales o regionales que precisaban sus rasgos al quedar articulados con necesidades e ideologías que la vuelven más específica. En tal caso, cabe identificar en la eugenesia una propuesta básica que asegura poder controlar el azar darwiniano y ofrece a distintos interesados la posibilidad de conducir el proceso evolutivo de las poblaciones modernas, de manera de generar una gubernamentalidad eficaz, despejando el camino de seres improductivos que generan costos económicos y sociales en su mantenimiento, por medio de una política a mediano o largo plazo sustentada en una selección artificial impulsada según variadas estrategias de reproducción.
Dentro de este marco, lo que ha sido considerado como “eugenesia latina”, remite a una entidad cultural conformada por países que comparten su ascendencia latina y un rol importante ocupado en sus sociedades por la Iglesia Católica. La “eugenesia latina” configuró el mecanismo adaptativo del corpus universal a realidades regionales, refrendado por sucesivos Congresos que pusieron el acento en lo “latino” y en el marco regional “latinoamericano”.
Las características más salientes de este tipo de eugenesia impulsada tuvieron que ver con priorizar los resultados biológicos lentos por sobre los rápidos, confiar en el papel del ambiente en la mejora de la raza para lo cual era muy importante disciplinar por medio de la moralización de las costumbres, y atribuir un rol fundamental a la institución del matrimonio generando a través del examen médico y la consulta prenupcial, una selección física y moral que asegurara adecuadas descendencias.
La “eugenesia latina” también fue el marco que estableció hasta donde se difundieron los anhelos de expansión cultural del fascismo italiano, cuando la articulación entre ciencia y religión plasmada por medio de la eugenesia biotipológica de entreguerras, se convirtió en un complemento eficaz del corporativismo político.
Marisa: Al respecto, cabe recordar las fundamentales diferencias instrumentales entre las denominadas eugenesia anglosajona y eugenesia latina. La primera de ellas, cuyo ejemplo emblemático lo constituyen las esterilizaciones a criminales y locos practicadas en su nombre en los Estados Unidos desde principios del siglo XX y el Holocausto nazi, se gestionó mediante praxis concentradas en las intervenciones directas en los órganos reproductivos de los seres humanos portadores de las características “indeseables” que los tornaban seres disgénicos.
La segunda, latina, se opuso a las intervenciones directas sobre los órganos reproductivos. No obstante, más allá de estas disimilitudes, puede convenirse que ambas versiones fueron sustentadas en cierta legitimidad otorgada a la gestión pública de la vida privada. Deteniéndonos en la eugenesia latina, y atento a la marcada influencia que tuvieran en su corpus la Iglesia romana y la filosofía tomista, puede afirmarse que la misma constituyó un integrador de segregación y dogma eclesial. Desde esta clave, caben ser leídos los esfuerzos interpretativos requeridos para armonizar los mandatos de una encíclica tradicionalmente asociada a la desaprobación de la eugenesia por parte de la Iglesia romana, como lo era la Casti Connubbi (1930), con la habilitación que la misma fuente eclesial otorgaba a sus ministros para desaconsejar la celebración de uniones disgénicas.
El conflicto moral y lógico entre la indisponibilidad del cuerpo humano por parte de los fieles y el proceso de selección-exclusión propio de toda política de mejora de la raza quedaba, así, resuelto mediante una equívoca apelación a argumentaciones bíblicas instrumentadas en el marco de una fuerte coercitividad suficientemente explícita, empero, en lo referente a la prohibición de intromisiones físicas esterilizadoras.
De manera que, emergente en un contexto pronatalista selectivo, la mediación y reformulación católica del lugar de la mujer y su posición central en la familia fortalecería estos ejes discursivos, asegurándole una larga duración a aquellas consignas. Así, en resumidas cuentas, el poder político que suscribía la doctrina católica vio facilitado el ansiado desconocimiento de la natural tensión entre bien social y libertades, derechos e intereses individuales, encontrando legitimidad para disponer sobre la reproducción de los cuerpos, como bienes públicos, bajo pretexto de lograr la concreción de aquel prototipo mítico característico de toda propuesta eugénica, anglosajona o latina.
¿Por qué el estudio de la historia de la eugenesia es importante para los historiadores que trabajan en otros temas del pasado de la medicina?
Gustavo: La eugenesia encierra un problema relevante para los historiadores debido a que permanentemente obliga a repensar certezas afirmadas. Vale decir, el tema introduce variables que atraviesan distintas categorías con las que nos acostumbramos a organizar las ideas. En términos científicos, nos coloca frente a las diversas formas en que darwinismo, lamarckismo y mendelismo, pudieron interactuar con llamativa libertad. En el plano social, nos introduce en una dimensión que complejiza la división de clases.
En términos raciales, se desplaza sin aferrarse a una única estigmatización (sin olvidar, claro está, el componente antisemita que llegó a tener), logrando de ese modo consensos muy variados. Y en el plano político, existieron claros intentos de autoritarismos por valerse de ese instrumento de control de las poblaciones, pero ello no impidió que también se la pensara, en términos heterodoxos, como dispositivo de liberación sexual.
La eugenesia también puede ser pensada como un problema de larga duración. En ese sentido la creación del término en 1883 por Galton no impide hallar la existencia del concepto en prácticas como las que tenían lugar en el Monte Taigeto. Del mismo modo que la noción de utopía creada por Tomás Moro en 1516, no invalida a quienes ven en Platón al primer utopista.
Puede decirse así que los orígenes de la civilización occidental gestaron ambas nociones en Esparta y en Atenas. Y desde entonces se entrecruzaron en programas que en distintas claves compartieron el afán por alcanzar la utopía de la sociedad sin conflictos, bajo la mediación de quien podía instalar un patrón biológico de normalidad. La eugenesia moderna en el siglo XX es claramente deudora de esa utopía que encierra una voluntad totalitaria.
Marisa: En efecto, toda pretensión de historizar globalmente tal o cual período requiere de una contextualización que resulta excedentaria de la historia política y, mucho más, de la historia evenemencial. Así, en este sentido, surge el interés por echar luz sobre la utilización de las teorías de las ciencias naturales a la explicación de los fenómenos sociales; de donde, la eugenesia es puesta en valor, en cuanto estrategia biopolítica que tiene por objetivo mejorar la raza por medio de la identificación, clasificación, jerarquización y exclusión de los individuos.
Esta disciplina, sostenida a partir de su enunciación por Francis Galton a fines del siglo XIX, resultaría funcional a que diversos países occidentales se apoyaran en su hipotético racialismo para organizar durante el siglo XX diversas estrategias de control social bajo el pretexto de beneficiar a las generaciones futuras desde el punto de vista físico como mental.
De manera que, la visión historiográfica integradora prevalente en estos días, no puede, a nuestro criterio, desconocer o devaluar los usos sociales de las ciencias biológicas, entre los cuales la eugenesia constituye su ejemplo más emblemático.
El interés de los estudios históricos sobre la eugenesia ha aumentado significativamente en los últimos años en América Latina. ¿A qué creen que se debe? ¿Quizás a cambios migratorios y raciales ocurridos en las últimas décadas?
Gustavo: Si pensamos en los principios básicos con los que la eugenesia se expandió universalmente, debemos detenernos en los riesgos que para algunos entrañaba la diversidad y en el anhelo de prever mejoras por medio de algún grado de incidencia en el control de la reproducción. Desde luego existe allí la mirada de quien proyecta sus inquietudes y las formas de dejarlas a salvo con una apuesta a un futuro que elimine esa incertidumbre. Vale decir, la eugenesia canaliza el deseo de eliminar los conflictos, afrontando la diversidad como un problema que debe ser resuelto en términos biológicos.
Y a la vez, confiere el poder decisorio de establecer una gradación axiológica para, a partir de allí, pugnar por homogeneizar la sociedad desde el patrón establecido por quienes conducen el Estado o por esa entelequia que constituye “el mercado” con todo lo que deviene de él en términos de premios y castigos. Estas cuestiones que remiten a naturalizar los modos de operar que tuvieron entusiastas seguidores de Galton, no difieren demasiado de la forma en que son conducidos asuntos públicos que en la actualidad involucran temas como desastres humanitarios provocados por países que muchas veces niegan refugio a los sobrevivientes.
El miedo a la diversidad ha sido desde la emergencia de la sociedad global, la contracara más notoria de la integración generada a través de la tecnología. Nociones como racismo y discriminación, generan el sustrato para la reaparición de la eugenesia, bajo nuevas modulaciones, pero reinstalando una ancestral voluntad de control del presente y del futuro.
Es posible que la percepción de estas crecientes tensiones a las que el auge neoliberal ha llevado al paroxismo, hayan contribuido en los últimos años a bucear antecedentes históricos, agudizando la conciencia crítica de quienes vuelven a revisitar la eugenesia para detectar en lo que antes fue naturalizado como una simple expresión de época, algo bastante más serio que eso: una clave para entender mejor el presente desde lo que podamos aprehender del pasado.
Marisa: La eugenesia, en cuanto “ciencia de la discriminación” se ha ocupado desde sus orígenes de la detección del “otro”, en una búsqueda excedentaria de sus características étnicas. Y, luego de este proceso de identificación, correspondía necesariamente el diseño e instrumentación de biopolíticas de gestión de ese universo de la otredad.
Ahora bien, sabido es que a partir del Holocausto la historiografía se ha ocupado de la eugenesia, particularmente en su versión anglosajona. Sin embargo, en las últimas décadas, las exploraciones han ido más allá del nazismo para inmiscuirse en otros ámbitos, si se quiere, más alejados culturalmente de él.
A partir de aquéllas, han logrado una prometedora visibilidad las demostraciones habidas en torno a una versión hipotéticamente más edulcorada, aunque no menos excluyente, denominada eugenesia latina. En este marco, y permitiéndonos abordar conjuntamente sendas estrategias eugenésicas (la anglosajona y la latina) nos atrevemos a afirmar que ambas constituyen hoy día un objetivo historiográfico “clave”, atento a la inmanente viscosidad del concepto de otredad, donde se sustenta toda propuesta de ascendiente galtoniano. De esta manera, si bien la inmigración -o mejor aún, el inmigrante- deviene en un alerta biopolítico actual, considero que no agota las posibilidades teóricas y prácticas latentes en la eugenesia, presididas, claro está, por el principio de escasez malthusiano y la supervivencia del más apto, propios de un darwinismo que, con ciertas imprecisiones, ha sido llamado “social”.